“Yo soy aquella que vestida de humana oculta el rabo entre la seda fría”:
aproximaciones a Ejercicios materiales de Blanca Varela (Komorebi, 2024)
Catherina Campillay Covarrubias
En entrevistas, Blanca Varela dijo que Ejercicios materiales cerraba un ciclo en su escritura. Esto lo destaca Tania Favela en el epílogo de esta nueva edición del libro, publicado originalmente en 1993, después de 15 años de Canto villano. Sobre lo poco que escribió, en una entrevista de 1989, dijo: “A mí me importan mucho las palabras. Porque a mí me importa que cada cosa que digo o escribo sea necesaria. (…) Desconfío de las palabras. Yo creo que de alguna manera el ser humano pensante, vivo e inteligente son sus palabras, es su hablar” [1].
Esa detención, esa atención por las palabras es posible de encontrar en Ejercicios materiales, el libro que ahora tengo el placer de presentar y que nos permite adentrarnos en la densidad de la escritura de la poeta peruana, quien desde su primer libro, Este puerto existe de 1959, se ha perfilado como una autora con una obra llena de claroscuros, existencialista y mística a veces, marcada por una mirada hacia el mundo meditativa, medida, a través de la que la existencia se revela en la escritura a través de sus luces y sombras, descarnada muchas veces, material e iluminada. Octavio Paz dijo de ella, en un famoso prólogo al principio de su carrera, que era una surrealista pero de espíritu, no de forma. Ella misma dijo, en entrevistas, que su influencia más cercana sin embargo fue la del existencialismo, cuando viajó a Europa en la década del cincuenta. Pero ante todo, me parece a mí, que su búsqueda poética da cuenta de una reverberación del mundo que es lenguaje, y por lo tanto, carga con todo el peso material de la vida, ese que solo se puede pensar en el espacio del poema. La cito a ella nuevamente: “En general, yo tengo una pasión: el pensamiento. La poesía es a posteriori. Es el rebose de una actividad que sale como puede. A mí lo que me gusta es pensar. Eso sí me gusta” [2].
Ejercicios materiales es este libro, más bien breve pensando en los 15 años que lo separan de su libro anterior, compuesto de trece poemas, en prosa y en verso, a través de los que la voz poética de Varela realiza estos “ejercicios materiales”, título también de uno de los poemas. Este título hace referencia a otros ejercicios, que nos remontan el siglo XVI, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Éstos eran una serie de propuestas, ejercicios mentales, meditaciones, prácticas que orientarían a quien las realiza hacia el conocimiento de dios, la experiencia mística. Los ejercicios de Varela, entonces, se vuelcan sobre lo material, pero no como lo contrario a lo espiritual, creo yo, sino que como una forma de comprender la continuidad entre la experiencia y el mundo, lo que anuda ambas cosas, como en estos versos que abren el poema que da título al conjunto: “convertir lo interior en exterior sin usar el cuchillo”. Dios aparece en este poema, siempre en minúscula, como un verdugo, un matarife, hacia el que la voz se dirige: “nuestra existencia/ el gran pozo/ el ascenso a la santidad/ el lugar de los hechos”. Para finalmente cerrar: “que así vamos y estamos/ que así somos/ en la mano de dios”.
Si bien en la misma entrevista que citaba recién Varela niega tener posiciones místicas (“Yo soy muy incrédula”, dice), de todos modos es posible ver en su escritura una búsqueda meditativa, que si bien no puede reflejar la plenitud de una experiencia mística con todas sus letras, sí permite ver los destellos de la existencia como un momento en que las distinciones entre “alto” y lo “bajo” colapsan sobre sí mismas : “gravedad de la nube enquistada en grasa/ gravedad de la gracia que es grasa perecible”.
Algo que indica Favela en el epílogo, muy iluminador, y que me interesa enlazar con esto último, es esa dimensión de lo animal, que aparece en el libro, no solo por fijación personal, sino que también porque es una constante en su obra, desde Este puerto existe hasta su última publicación, titulada, justamente, Canción animal. Favela indica que, para Varela, la poesía abre un modo de consciencia no racional, que ensaya modos de lenguaje fuera del logos, una consciencia animal, como la poeta misma dice. Acercarse a esa animalidad sería el modo, entonces, de trazar líneas de fuga posible en un mundo que se revela en su insistente violencia —algo muy presente en el último poema titulado “Crónica”, en el que escribe: “a diestra y siniestra potros y hogueras. cadenas, azufre y humo”—. Creo que, además, hay en este acercamiento a las figuras animales una mirada creatural —y aquí tomo prestado el concepto de una investigadora llamada Anat Pick, que definió lo que ella llama “poética creatural”, de creatura— en el que la mirada hacia las otras formas vivientes revela una vulnerabilidad ante la violencia que es compartida [3]. El verdugo de Ejercicios materiales es el mismo, la violencia se extiende a formas de vida distintas, y eso es posible porque, en la base de aquella, está la misma materialidad frágil, corporal, finita. “Soy un animal que no se resigna a morir”, escribe en el poema “Escena final”, pero identifica que esa lucha no tiene triunfo posible: “inexorable el sol de los vivos se levanta/ reconozco esa puerta/ no hay otra”. “yo soy aquella/ que vestida de humana/ oculta el rabo/ entre la seda fría”, escribe en “Claroscuro”.
Finalmente, mirar lo animal permite identificar ese sustrato material que nos emparenta en la muerte, que revela la animalidad propia y que permite indagar en la escritura a partir de esa fragilidad siempre presente. La conciencia animal, por lo tanto, surge desde ese momento de encuentro, como ella indicaba en la entrevista que he estado citando, cuando le pregunta sobre qué detona la escritura en ella, responde: “De la experiencia del dolor, placer, hambre, frío, soledad, seres humanos y perros” [4]. En otra entrevista cuenta una historia de cuando vuelve al Perú —una decisión personal—:
- “Entonces un día caminando por la calle, así, crucé la esquina y había un animal, un perro, no recuerdo si era uno de esos perros chuscos, amarillo, verde … Lo cierto es que el perro me miró, ese perro me miró … Yo sentí una cosa terrible, algo que se me quebraba interiormente, tremendo. Sentí toda la compasión del género humano concentrada. Es decir, me pareció que era una mirada con toda la dignidad de un animal, que es el hombre también para mí, no sé … Yo creo que ahí entró el perro a mi vida y a mi poesía” [5].
Podemos observar esto también en el poema “Ternera acosada por tábanos”, en el que la observación de ese ser que no se termina de definir deja una impresión en la hablante: “sólo recuerdo al animal más tierno/ llevando a cuestas/ como otra piel/ aquel halo de sucia luz”. Se pregunta: “¿era una niña un animal una idea?”. En la entrevista que he estado citando, Varela recuerda el origen de este poema, de cuando trabajaba en el Fondo de Cultura Económica de Lima, que al costado tenía un terreno baldío en que niños se juntaban a aspirar pegamento, y allí vio una niña de unos once años [6]. Una creatura. “Más antigua y oscura que la muerte/ a mi lado/ coronada de moscas/ pasó la vida”, cierra el poema. La ternera acosada por tábanos, la figura animal “más tierna”, reverbera en la experiencia, material, de la descomposición, del dolor, de la carne. Algo que observa, pero que comparte, algo que la voz permite desplegar como un modo de meditación, ya no espiritual en el sentido ignaciano, sino que material, existencial, del cuerpo. Algo de esas miradas del perro a ella y de ella a la niña se sobreponen, y desde allí pareciera surgir una sensibilidad, abierta y dolorosa, como ella dice, “tremenda”.
La poesía que surge de este pensamiento, la palabra medida, meditada, la potencia de la escritura de Varela es, como podrán ustedes también leer en esta reedición, una puerta —imagen que, por lo demás, ella usa: “para entrar en la vida basta una puerta”, escribe en el poema “Malevitch en su ventana”— que se abre a zonas de gran profundidad y que revela así el mundo en su carne. Me daré ahora el gusto de contar una pequeña anécdota que se relaciona con esto. Tuve el gusto de realizar un par de clubes de lectura sobre otro libro de Varela, Luz de día, reeditado también por Komorebi, no hace mucho, y en dos grupos distintos surgió que la lectura del libro, de formas distintas, había permeado en sus sueños, ciertas imágenes, por ejemplo. Creo que algo así tiene que ver con este profundidad, que tiene menos que ver con algo oculto que con algo que se revela, que surge y que conecta con la escritura, esa “suave violencia del sueño/ palabra escrita palabra borrada/ palabra desterrada/ voz arrojada del paraíso/ catástrofe en el cielo de la página/hinchada de silencios”, como escribe también en “Malevitch en su ventana”. Los Ejercicios materiales de Varela, una poeta latinoamericana fundamental, permiten entonces acercarse a esa palabra que es puerta y que es “pétalo de carne y hueso”, en un mundo en el que como creaturas nos movemos a la intemperie, en esa “noche infinita en la sentina del tiempo”.
*Este texto fue leído por la autora en la presentación del libro el jueves 19 de diciembre de 2024 dentro del marco de La Furia del Libro, Centro GAM, Santiago.
Notas
1. César Ángeles Loayza “Blanca Varela en el río de la vida y la poesía”, rescatado de http://letras.mysite.com/cang280421.html
2. Ibid.
3. Pick, A. (2011). Creaturely poetics: Animality and vulnerability in literature and film. Columbia University Press.
4. César Ángeles Loayza “Blanca Varela en el río de la vida y la poesía”, rescatado de http://letras.mysite.com/cang280421.html
5. Rosina Valcárcel, «Blanca Varela: “Esto es lo que me tocado vivir”». La casa de Cartón de Oxy, 10, 1997, p. 13.
6. Yolanda Pantín, “Encuentro con Blanca Varela”, rescatado de https://www.vallejoandcompany.com/encuentro-con-blanca-varela-por-yolanda-pantin/
Catherina Campillay Covarrubias. Poeta e investigadora en artes y literatura. Obtuvo una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño el 2018. Ha sido becaria de la Fundación Pablo Neruda y del Fondo del Libro. Publicó la plaquette mal de ojo (Lorkokran, 2019) y los fanzines objetos descontinuados (2017) y horario de visitas (2018) (Microeditorial Amistad). Fue antologada en Maraña: panorama de poesía joven (Alquimia, 2019). El 2021 publicó su primer poemario presunta desgracia con los Libros del Pez Espiral.